Lección num. 2 - La emergencia de la ciencia moderna experimental

¿Necesita la ciencia de Dios?

Es claro que quienes allanaron el camino para la ciencia moderna respetaron la razón, pero tambien creían que su importancia radica en su conexión con la mente del Creador. La racionalidad no puede ser capaz de responder a todas las preguntas, pero podemos confiar en ella, porque es una facultad dada por Dios. Esto sin duda contradice cualquier negación postmoderna de la fuerza de la razón, así como también va en contra de la opinión iluminista en la que se considera la razón ligada a la experiencia empírica, de tal manera que se excluía lo sobrenatural.

Lejos de una ecuación materialista y racionalista, y de acuerdo con los fundadores de la ciencia moderna, se necesitaba un contexto sobrenatural para que la ciencia emergiera. Su creencia en Dios les dio la confianza de que el mundo físico, en toda su complejidad y la vasta extensión, se podría entender. Y la ciencia no se limita a resumir nuestra experiencia del pasado, sino que también pretende mostrar lo que somos propensos a experimentar. La ciencia es en el negocio de la predicción, así como la descripción.

Como materia de hecho histórico, la ciencia moderna se desarrolló a partir de la comprensión del mundo como creación de Dios, ordenado y con racionalidad inherente. El punto es si puede continuar con confianza cuando se ha desechado todos los supuestos teológicos. ¿Por qué el mundo se comportan de manera tan regular, que la ciencia puede generalizar y hacer afirmaciones universales sobre la naturaleza de la realidad física? ¿Por qué tiene este tipo de racionalidad inherente, que nuestra mente puede darle sentido? ¿Por qué incluso los símbolos abstractos de las matemáticas, creación de la mente humana, parecen ser capaces de expresar su trabajo?

De acuerdo al filósofo Roger Trigg (en quien hemos basado parte de esta lección) sin una apelación a Dios como fuente y fundamento de la razón, que ha hecho del mundo una entidad racional, existen pocas posibilidades de proporcionar una legitimación externa para la ciencia moderna. Sin embargo, si tiene que ser aceptada en sus propios términos o no, muchos de plano hoy lo rechazan. En este sentido, se representará nada más que en funcion de prejuicios culturales de una sociedad determinada, en un momento determinado. No obstante esta opción, aparte de restringir nuestra idea de racionalidad a lo que es accesible vía metodología científica, elimina la confianza de que nuestra razón está equipada para desbloquear los misterios del mundo físico.

A menos que tomemos la ciencia en su propia valoración (fundamentada en un exceso de confianza) y no nos enfoquemos en la inquietud filosófica acerca de su fundamento racional, debemos tomar en serio el hecho de que la creencia en Dios, como Creador, en el pasado proporcionó una firme base para la comprensión científica. El deseo de comprender las obras del Creador fue la motivación principal de la ciencia moderna. En la época de Newton y Boyle, la ciencia necesitaba del teísmo. Aun cuando en la Ilustración se vio una creciente convicción de que la ciencia podría sobrevivir por sí misma, podemos decir que sin una base legítima para la ciencia, ésta quizás no hubiese florecido para convertirse en lo que conocemos hoy.

 

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