A mi parecer el cristianismo actual dentro de las iglesias no promueve la autonomía de las personas. En ellas la libertad de pensamiento no es muy bien vista. El plantearse preguntas, que los demás hermanos dan por respondidas, en general causa fricción. Se pretende una fe ciega, aceptación de verdades que muchas veces no parecen racionales y que no aguantan el más mínimo análisis en base a los conocimientos que cualquier persona con un nivel básico de escolaridad posee.
Es una contradicción bien extraña, ya que constantemente vivimos como valor positivo el pensar por nosotros mismos, razonar nuestras decisiones y creencias en ámbitos seculares, y finalmente optar por lo que nos parece más racional y, en el fondo, bueno. Sin embargo, al ingresar a nuestras iglesias muchas veces debemos apagar el switch de la racionalidad autónoma, y empezar a creen en cosas e ideas que en otros contextos nos parecerían irrisorias.
Para mí el cristianismo ciertamente sí entrega la posibilidad de una autonomía, y no por pensar distinto en ciertos temas, como el creacionismo v/s evolución, o el espíritu santo y sus “unciones”, pasamos a dejar de ser cristianos.
La iglesia desde mi punto de vista debería ser el primer lugar en donde se permita tener pensamientos distintos y poder plantearlos sin temor a ser perseguidos o apartados, basado esto en que si el amor y respeto es lo que prima, cualquier desacuerdo siempre sería tratado desde un ángulo de aceptación y cariño.
Este es un claro ejemplo de cómo la autonomía es vista como un antivalor en nuestros contextos cristianos, ya que genera muchas veces divisiones y conflictos que nada tienen que ver con el cristianismo y que llevan a la separación de las congregaciones.
Creo que la iglesia debe dejar de ser el gueto en donde la racionalidad se pone en stand by por un día a la semana. Como dice Torres Queiruga, todo el mundo cultural previo a la Modernidad ya se vino abajo, es imposible revertirlo y reconstruirlo, sin embargo, las iglesias terminan siendo reductos para gente con miedo a enfrentar el mundo en su maravilloso estado actual, en donde las disciplinas científicas nos dan cuenta de la complejidad de la realidad.
Para mí, esta realidad vista desde el prisma de los conocimientos científicos y la racionalidad debería asombrarnos, sorprendernos y acercarnos como cristianos aún más al misterio de la creación y hacia el creador, sin embargo en las iglesias termina siendo “piedra de tropiezo” y causa de divisiones, y por lo mismo, muchas veces preferimos adaptarnos a los demás, dejando de lado nuestra autonomía por una mal entendida armonía entre hermanos.
Bien distinta sería la influencia de la iglesia en el mundo de hoy si en vez de negar el estado actual de cosas en la Modernidad, lo abrazáramos e interpretáramos desde nuestra propia fe. Esto nos permitiría sin temor denunciar sus aristas negativas y la deshumanización que ha generado la Modernidad. Pero, al quedarse atrás, la iglesia termina siendo nada más que un conjunto de personas temerosas que viven en la Edad Media y que por lo mismo no pueden seguir el camino de Jesús, con su denuncia de las injusticias y su propuesta de un mejor modelo de sociedad, porque se niegan a vivir en el mundo que las rodea, proponiendo nada más que un escape hacia mundos y realidades que ya no existen.