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De dioses y hombres
Des hommes et des dieux, Francia, 2010

Director

Xavier Beauvois

Guión

Xavier Beauvois y Etienne Comar

Intérpretes

Lambert Wilson (Christian)
Michael Lonsdale (Luc)
Jacques Herlin (Amédée)
Philippe Laudenbach (Célestin)
Xavier Maly (Michel)
Loïc Pichon (Jean-Pierre)
Olivier Rabourdin (Christophe)
Jean-Marie Frin (Paul)
Olivier Perrier (Bruno).

Fotografía

Caroline Champetier

Música

Coro Monástico Coeur de Dieu y Tchaikovsky

Duración

120 minutos


Dudas, vocación y amor en la tragedia

De dioses y hombres narra la historia real de ocho monjes franceses de una comunidad cisterciense instalada en Tibhirine (Argelia), que entre 1993 y 1996 se enfrentaron a la terrible situación de ver cómo unos guerrilleros del Grupo Islámico Armado (GIA) realizaban atentados contra extranjeros en el área cercana a su monasterio, y tuvieron que decidir si permanecer en él, o regresar a Francia. Dando por hecho que el espectador sabe que los terroristas terminan por atacarlos, el director se centra en el proceso personal y grupal que les lleva a su toma de decisión, y en la vida cotidiana de la comunidad hasta el trágico desenlace.

El título, curioso en la medida en que puede sonar politeísta, está tomado del pasaje bíblico que dice: «Vosotros sois dioses; y todos vosotros sois hijos del Altísimo. Pero como hombres moriréis; y caeréis como cualquiera de los príncipes» (Salmo 82: 6-7). La película interpreta este texto como expresión de la doble condición humana: por un lado "divina", reflejo de la imagen de Dios; por otro frágil, en cuanto mortal (ver otra lectura, muy interesante, en la reseña de Xabier Pikaza).

Es una película especial, fantásticamente interpretada, carente de todo efectismo (tan común en el cine de hoy) y dotada de una gran sobriedad narrativa y visual. En la línea de producciones recientes de temática espiritual, es un exquisito contrapunto a otros productos de cine religioso, como la profundamente anticristiana (a pesar de sus pretensiones) La pasión de Cristo de Mel Gibson.

No encontraremos en este filme el horror vacui, la obsesión del cine actual por saturar con estímulos visuales y sonoros; pero, a pesar de tratar sobre una comunidad monástica, tampoco domina el silencio (como en el conocido documental El gran silencio, sobre monjes cartujos), sino el diálogo. Xavier Beauvois, que por lo visto no es creyente, no cae en la tentación de buscar la conmoción permanente del espectador, sino que recurre a un tono natural, seleccionando momentos cotidianos, sin rechazar detalles introspectivos.

Hay cierto crescendo emocional, a medida que la amenaza terrorista se va haciendo más presente, y el director no elude momentos de tensión, e incluso de cierta violencia (el asesinato de unos inmigrantes croatas). Tras casi dos horas en las que la única música es el canto gregoriano de los monjes, hacia el final, cuando los hermanos, más conscientes que nunca del peligro que corren, comparten una "última cena" mientras escuchan en un casete El lago de los cisnes de Tchaikovsky, se alcanza un clímax emotivo, perfectamente reflejado en esa obra clásica, que evoluciona desde la delicada dulzura hasta el tono trágico; pero es un momento tan conmovedor como sereno. Y al final de la película, cuando parece que se va a producir un despliegue de intensidad dramática al consumarse la masacre, el director, con el mismo cariño y respeto, tan atípico, con el que ha contado la historia, nos ahorra la espeluznante escena violenta (ver Elipsis), y un cartel comunica que el desenlace se produjo en "circunstancias no aclaradas".


Ideas

De dioses y hombres sólo cuenta una historia de hombres religiosos, y se cuida mucho de sermonear. A la vez, presenta con nitidez unas cuantas ideas, que enumeraré:

1. Convivencia. La comunidad, que se mantiene de su producción agrícola y apícola, convive en armonía con la gente del pueblo donde se asienta su monasterio. Los habitantes, todos ellos musulmanes, los aprecian porque ofrecen atención sanitaria gratuita y agradable compañía. Una joven argelina conversa amistosamente con un anciano monje sobre el matrimonio que le han concertado sus padres. Los hermanos asisten, participando alegremente, a la ceremonia de circuncisión de un niño. Como explica Jean Pierre Schümacher, superviviente de la masacre, «lo que había era una buena relación entre cristianos y musulmanes. Si hay una dificultad entre diferentes culturas y religiones es porque no nos conocemos bastante. Cuando nos conocemos mutuamente, somos como hermanos».

2. Monacato abierto. La película muestra los aspectos más positivos de la vida monacal. Aunque son monjes de clausura, se relacionan permanentemente con su entorno social. Se destacan las escenas de fraternidad y convivencia genuinamente cristianas, sin incidir en el ritualismo propio de este estilo de vida (rezos repetitivos, adoración de imágenes…). Pero tampoco hay una idealización; por ejemplo, el prior, que encarna al personaje más "heroico", comunica a las autoridades su decisión de quedarse sin haber consultado a sus hermanos, y éstos le recriminan el gesto autoritario: "No te elegimos para que tomaras las decisiones por tu cuenta".

3. Compasión y perdón cristianos. El prior Christian se escandaliza del modo en que el populacho ha torturado al jefe de los terroristas, sin que los soldados lo evitaran. Muestra una preocupación por los derechos fundamentales de todos, incluso de los criminales más crueles. Reza ante al cadáver del terrorista, lo cual indigna a los militares, quienes consideran a los monjes demasiado indulgentes con los guerrilleros, hasta el punto de que los creen sospechosos de cierta connivencia con ellos. En la carta que el prior dejó escrita un año antes de su asesinato, y que puede oírse al final con voz en off, Christian da gracias a Dios por su vida y añade: «En este GRACIAS en el que está todo dicho, de ahora en más, sobre mi vida, yo os incluyo, por supuesto, amigos de ayer y de hoy, y a vosotros, amigos de aquí», y añade, en referencia a su eventual asesino: «Y a ti también, amigo del último instante, que no habrás sabido lo que hacías». Aun hoy Schümacher dice en referencia a los terroristas: «Rezo para que el espíritu de Dios actúe en ellos. Para que evolucionen hacia la fraternidad universal; para que, a pesar de las diferencias entre las religiones, las nacionalidades y las culturas, aprendamos a conocernos y a ayudarnos mutuamente».

4. El martirio no es una opción deseada. Frente a ciertas visiones del martirio como acto heroico y meritorio, los monjes expresan claramente que no han seguido su vocación para dejarse matar absurdamente (en la línea de la instrucción de Jesús en Mateo 10: 23: «Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra»). Las dudas que les asaltan sobre si quedarse o marcharse son terribles, especialmente para uno de los personajes, atormentado hasta el punto de dudar de su fe, y sabiamente confortado por el prior, siempre desde el respeto a la decisión personal. Si deciden quedarse es porque por un lado tienen confianza en la protección de Dios, por otro creen que ése es el lugar que han elegido libremente para servir a los demás, y sobre todo porque el pueblo les dice que sería una gran pérdida para ellos que se fueran. Según Schümacher, «escogimos estar con ellos y compartir su vida... Ésa era nuestra vocación. Para aprender a conocer a la gente, hay que vivir entre ellos y compartir su vida. Ir hacia Dios, guardando nuestra propia religión. Era nuestra vocación. Además, el peligro era el mismo tanto para nuestros vecinos como para nosotros. Al quedarse con nosotros, se sentían seguros. Éramos como un matrimonio: vivíamos juntos para lo bueno y para lo malo».

5. Visión positiva del islam. En la película no hay el más mínimo rechazo al islam en sí, sino todo lo contrario. El prior está preparando una predicación y utiliza como fuentes diversas obras religiosas, entre ellas el Corán, que cita y conoce bien. De hecho, cuando los terroristas llegan al monasterio por primera vez en busca de medicamentos, el prior apela a la conciencia del jefe del comando citándole el pasaje del Corán que insta a respetar a los religiosos cristianos, y éste parece conmoverse. De este modo, la película sugiere que el Corán tiene un mensaje de paz y respeto, y que hasta el mayor fanático puede ser alcanzado por la compasión y la fraternidad (si bien en este caso el fanatismo impide que este mensaje llegue a cambiar la vida del criminal).

Para los monjes, el terrorismo religioso es una "caricatura del islam", y es lamentable que muchos conceptualicen a todo el pueblo musulmán según la imagen ofrecida por esos fanáticos. Y cuando los representantes del pueblo van a hablar con los monjes, citan el Corán para sustentar la idea de que los cristianos son hermanos de los musulmanes, y expresan la convicción de que los guerrilleros no respetan ni su propio libro ni su fe.

6. Pacifismo. Los monjes rechazan el ofrecimiento del ejército de establecer una guardia militar permanente en torno al monasterio; consideran que la presencia militar todavía aumenta más los riesgos para la población local. La película muestra al ejército básicamente como una máquina de represión, al servicio de un gobierno corrupto. La vía militar no parece una solución auténtica a los conflictos. De hecho, como el final de la película sugiere, y sin quitar la más mínima culpa a los secuestradores, todavía hoy se plantean algunas dudas sobre las circunstancias reales de las muertes, y las implicaciones políticas y militares de estos acontecimientos (ver un resumen de las teorías en una fuente monástica).

7. Alianza de Civilizaciones. El discurso de la película se puede encuadrar perfectamente en los planteamientos de la Alianza de Civilizaciones (que es una iniciativa imperfecta para una realidad mundial todavía más imperfecta). Los monjes parten de la realidad social y religiosa de la población argelina, respetan sus profundas convicciones y comparten y asimilan aquellos aspectos que encuentran positivos. Hay una crítica implícita al modelo de "evangelización" colonialista, impositivo y basado en la idea de superioridad cultural, y se propone un modelo de convivencia e integración, no "proselitista", como la vía ideal para compartir vivencias e ideas con comunidades de una identidad marcada. El pueblo musulmán les acoge con fraternidad, pero siempre hay intolerantes que no pueden soportar la presencia del extraño. Los monjes saben que si vuelven a Francia podrán disfrutar de la libertad religiosa que Argelia les niega; pero en ningún momento se apela al peligroso concepto de reciprocidad, tantas veces planteado en relación al mundo islámico. Y cuando finalmente son secuestrados, se sugieren dos ideas: los toman como piezas de canje por ser extranjeros, más que por ser cristianos; y el principal objetivo no es asesinarlos, sino utilizarlos como moneda de cambio para rescatar a unos terroristas detenidos por las autoridades.


Comparaciones

La película ha recibido el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes 2010, y críticas excelentes en todo tipo de medios, tanto por sus aspectos formales y narrativos como por su mensaje. Respecto a éste, resumido en los siete puntos anteriores, si alguna crítica podría hacerse al enfoque de la película es que no presenta un panorama completo de la cuestión de la libertad religiosa en los países islámicos y su principal problema, que no es tanto la presencia de cristianos extranjeros, en general tolerada, sino las dificultades que el nativo musulmán tiene a la hora de convertirse a otra religión, incluida la cristiana. Pero es evidente que Beauvois no ha buscado el análisis exhaustivo del documental, sino la historia personal de la creación.

Así lo han debido de comprender todos los críticos, pues no he encontrado comentarios que destaquen ese sesgo. ¿Por qué será? Pensemos por un momento qué habría ocurrido si la película narrara, por ejemplo, la historia de un grupo de cooperantes de una ONG, exponiendo las mismas ideas y principios que acabo de enumerar. Seguramente habríamos podido leer en los medios habitualmente partidarios del Choque de Civilizaciones (ésos que cortan a todos los musulmanes según el patrón del fanático, que asustan con mensajes sobre la invasión de mahometanos que amenaza a Europa, y algunos de los cuales son católicos) que se trataría de un "producto progre, filoislámico y ñoño", "políticamente correcto", "alimento ideológico al servicio de la izquierda suicida, ciega ante la amenaza del islam", incluso "pro terrorista", o en el mejor de los casos "ingenuamente idealista" (a este tipo de críticos simplistas se refiere Christian en su carta póstuma: «Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista: "¡qué diga ahora lo que piensa de esto!"»). Pero siendo De dioses y hombres una producción de contenido indiscutiblemente católico, y muy apreciada por los creyentes de esta iglesia, parece que ninguno de los medios islamófobos ha querido criticar estos mensajes evidentes en el filme (esta doble vara de medir también pudo apreciarse en relación con las protestas por la guerra de Irak: ver Juan Pablo II, ¿"el papa de la paz"?).

En cambio el obispo católico Munilla, en su comentario a la película aprovecha para, citando a Massimo Introvigne (quien recientemente escribía que Los musulmanes moderados no existen), incidir en la curiosa comparación (habitual en Benedicto XVI) entre el fundamentalismo islámico y el laicismo, que según él «son dos caras de la misma moneda». Cuando uno piensa en la salvaje muerte de los monjes de Argelia, la comparación resulta también (y una vez más) odiosa, pues es posible que en Occidente ser creyente hoy conlleve en ocasiones rechazo social, pero el responsable no es el laicismo (que promueve el respeto y la igualdad de trato a todos, sean cuales sean sus creencias), sino las intolerancias de todo signo; y nunca hay que olvidar que en España y otros países, si ha habido una institución que durante siglos, y hasta hace no tanto, ha suscitado la intolerancia, la falta de libertad religiosa y la persecución por motivos de conciencia, ha sido precisamente la iglesia de Munilla.

Iglesia en la que, gracias a Dios, también hay personas como Christian, Christophe, Bruno, Célestin, Luc, Michel, Paul y Pierre, cuyo testimonio impresionante y sincero homenajea esta película. Sirvan de conclusión unas palabras de Christian en su carta: «He vivido bastante como para saberme cómplice del mal que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo, inclusive del que podría golpearme ciegamente».

© Guillermo Sánchez Vicente
(13 de marzo de 2011)
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