Leccion num. 3 - Complementariedad y causalidad "top-down"

Complementariedad en la teología

Algunos estudiosos, como por ejemplo James Loder y Jim Neidhardt, han notado significativos puntos de convergencia entre el "principio de complementariedad" de Bohr y el "método dialéctico" de Karl Barth. En el caso de Bohr, el "fenómeno" por explicar es el comportamiento de los eventos cuánticos; para Barth, es la relación entre el tiempo y la eternidad por un lado, y la humanidad y la divinidad en la persona de Jesucristo la otra:

1. Tanto para Bohr como para Barth, las formas clásicas de la razón son empujadas a sus límites para explicar los fenómenos en cuestión.

2. Ambos escritores mantienen vigorosamente el principio de que el fenómeno se debe dar a conocer en la forma en que puede ser conocido, y no reducir el fenómeno a las formas conocidas.

3. En ambos casos, el fenómeno se revela como una relación bipolar irreducible impuesta a quien conoce, y por lo tanto requiere la representación en términos de la complementariedad, o de la dialéctica, de las formas clásicas. La relacionalidad entre estas polaridades es asimétrica.

4. Ambas situaciones requieren que la influencia del observador sea reconocida, e incorporada en lo que se conoce.

5. La observación de los fenómenos requiere que quien conoce sea capaz de comunicar esas observaciones en el lenguaje.

Las convergencias generales entre Barth y Bohr señaladas anteriormente, también se pueden discernir en la obra de Thomas F. Torrance, quien ha sido ampliamente respetado por sus estudios sobre Karl Barth, y partidario del diálogo entre la teología y las ciencias naturales. La insistencia de Torrance sobre la auto-revelación de Dios determinando nuestro entendimiento muestra un claro paralelismo con el enfoque adoptado por Barth, lo que lo lleva a afirmar la necesidad de interpretar el "fenómeno" de la revelación en sus propios términos:

"La teología cristiana surge del conocimiento real de Dios dado en y con acontecimientos concretos en el espacio y el tiempo. Es el conocimiento del Dios que nos reúne activamente y se da a conocer en Jesucristo, en Israel, en la historia, en la tierra. Este conocimiento es esencialmente positivo, con un contenido articulado, con la mediación de la experiencia concreta. Tiene que ver con el hecho, el hecho de la auto-revelación de Dios, tiene que ver sólo con Dios mismo porque Él es realmente Dios y siempre viene primero. Por lo tanto, no comenzamos por nosotros mismos o nuestras preguntas, ni tampoco podemos elegir por dónde comenzar, sólo podemos comenzar con los hechos prescritos para nosotros por la realidad del tema conocido positivamente."

Como hemos señalado anteriormente, existe un amplio consenso de que el área de la teología que más se presta a este tipo de enfoque complementarista es la Cristología. Torrance ilustra bien este punto, en el que ha de crear un vínculo entre el conocimiento de Dios y la Cristología, lo que conduce a la afirmación de la bipolaridad de la revelación. En varios estudios recientes de la doctrina de Torrance sobre el conocimiento de Dios se ha hecho hincapié que la encarnación juega un papel central en su comprensión de cómo Dios puede ser conocido y del contenido de ese conocimiento. Por lo tanto, tal vez no sea sorpresa que Torrance deba usar este término en un contexto cristológico: "Aquí nos encontramos con otra característica fundamental de la verdad de Dios tal como es en Jesús: es a la vez divino y humano El conocimiento de esto es, en consecuencia, bipolar".

Recientes estudios han confirmado los resultados positivos que se pueden conseguir a partir de dicha exploración. La ortodoxia cristiana siempre ha sostenido que Jesucristo debe ser considerado como verdaderamente divino y verdaderamente humano. Esta afirmación simultánea de "dos naturalezas en un sujeto" claramente es paralela a los puntos de vista de Bohr sobre la complementariedad de los modelos de onda y partícula para la luz y la materia. Sin embargo, no son sólo las definiciones clásicas cristológicas como tales las que ilustran la importancia de la complementariedad en la teología, sino también la manera en que éstas surgieron durante el período patrístico.

Tal como mencionamos, Loder y Neidhardt notan que uno de los paralelismos entre Nohr y Barth es que el fenómeno a ser explicado debe ser expuesto en términos de cómo es conocido, evitando la reducción del fenómeno a formas conocidas. Como se señaló anteriormente, las reflexiones de Bohr sobre la complementariedad fueron forzadas por la evidencia experimental que se acumuló durante el período 1905-25. Para visualizar la situación se presentaron maneras mucho más sencillas. Sin embargo, la sencillez de estos modelos se  fue a pique una vez que se confrontaban con la evidencia experimental, que inevitablemente llevó Bohr a la conclusión de que dos formas de concebir los fenómenos cuánticos, al parecer mutuamente excluyentes, eran necesarias.

El desarrollo de la Cristología durante el período 100-451 d.C. muestra que este asunto ha tenido una importancia abrumadora. Este mismo tema de permitir que el fenómeno (si se nos permite usar este término para identificar la compleja amalgama del "testimonio histórico y la experiencia religiosa") dicte  su propia interpretación se puede discernir lo largo del desarrollo de la Cristología Patrística. Los modos simplistas y reduccionistas para la representación de la identidad y la significación de Jesús de Nazaret se fueron a pique cuando se confrontaban con los fenómenos que se requerían para representarlo. En particular, el modelo de Jesús de Nazaret como una figura puramente humana (presente en la herejía ebionita) o como una figura puramente divina (presente en la herejía docética) eran considerados totalmente insuficientes. Tanto la representación de Jesús en el Nuevo Testamento como la manera en la cual la Iglesia Cristiana incorporó a Jesús en su vida de oración y adoración requiere una comprensión mucho más compleja de su identidad y el significado que cualquiera de estos modelos simples son capaces de ofrecer.

La sugerencia de que algún tercer modelo pudiera ser invocado para explicar el fenómeno de Jesús de Nazaret fue rechazado como insatisfactorio. El debate sobre las enseñanzas de Apolinar de Laodicea llevó al acuerdo que no había "estado intermedio" (tertium quid) interpuesto entre las dos naturalezas. El período patrístico fue testigo de un firme rechazo a cualquier intento de explicar a Jesús en términos de un concepto mediador o híbrido entre su divinidad y humanidad. Hay un paralelo cristológico directo con insistencia de Bohr sobre la completez del principio de complementariedad. Al igual que con la complementariedad de ondas y partículas, el enfoque de Calcedonia para la Cristología afirmó que el enfoque ofrecido por la doctrina de las "dos naturalezas" era completa (en cuanto a que sólo dos de estos modelos o naturalezas son necesarios) y complementaria (en cuando a que estos modelos o naturalezas, mutuamente excluyentes, puede aplicarse al mismo tiempo).

Aquí ya no tenemos espacio para analizar la convergencia entre los demás factores señalados por Loder y Neidhardt y los que se pueden distinguir como la configuración del desarrollo doctrinal en la Iglesia primitiva. Sin embargo, es importante notar que muchos de los argumentos expuestos durante el período patrístico temprano para la "naturaleza dual" de Cristo son principalmente funcionales. En otras palabras, el enfoque de los argumentos descansan sobre qué es lo que Jesús de Nazaret realiza. No hay duda de que los escritores patrísticos sacaron conclusiones ontológicas de su análisis funcional. En otras palabras, si Jesús realmente se comportó como Dios, entonces podría ser que él era Dios. Algunos escritores modernos han argumentado que no es necesario establecer estas conclusiones ontológicas (lo que puede reflejar un interés particular en la ontología en la época de los Padres), sino mas bien contentarse con la afirmación de que Jesús se comporta de manera divina y humana.

También es instructivo preguntarnos por qué los enfoques complementarios en primer lugar se adoptaron, tanto en relación con los fenómenos cuánticos, como con la cristología. La presión para que se aclarara la naturaleza de los fenómenos cuánticos provino de observaciones experimentales que precipitaron una crisis teórica, demostrando que los conceptos existentes simplemente no podían explicar los fenómenos. La presión para que se aclarara la naturaleza de Jesús de Nazaret surgió a través de una toma de conciencia creciente, alimentada por un intenso debate y controversia, en cuanto a que Jesús no podía ser descrito en términos de una idea ya existente. En cada caso, la tentación de reducir el fenómeno a las nociones existentes se resistió, a causa de las graves distorsiones introducidas. Para explicar el fenómeno, se tendría que pensar en nuevos usos para las categorías existentes, o bien introducir radicalmente nuevas categorías. El enfoque de Bohr era mantener las categorías existentes ("modelos clásicos"), pero reconociendo al mismo tiempo que tal lenguaje ordinariopuede tener extensiones especializadas que permitan iluminar otros dominios.

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